Procurando que la mecha no se acabe, que la aguja no se frene, que el pendiente no se corte.
Hipnotizado en narcóticos olores que pretenden anestesiar los dolores que acuñaron los errores que parió mi estupidez. Bajando la guardia, silbando bajito, barbilla caída, chupita el yurú.
Las veces que el pánico me da permiso de ir al kiosco de la esquina encuentro monedas que alguien perdió, olvidó o simplemente dejo caer... creeme que si encuentro una billetera no tendrá ningún valor.
Últimamente contemplo la sensación relajante expandirse en mi cara cuando la sonrisa cae... horas de sinceridad. Cuando el fuego acabe y la dinamita explote solo espero que el viento arrastre cenizas y escombros hacia el Paraná. Contadas fueron las veces que vi la lluvia venir del norte.
Joan Evol.-
08/01/2014.
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