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hay mejor poesía que la más sencilla me dijiste una vez mientras
complicabas tu existencia con la vaguedad de tu propio texto; ¿será
que mi escasa capacidad interpretativa no me permitió comprender tu
mensaje?, creo que es hora de proponértelo porque nunca me sentí
tan cerca del infierno; por favor dejemos los signos a un lado, creo
que es una buena ocasión para que aprendamos a hablar un mismo
idioma, tranquilos, sin gritar -tengo oídos sensibles-,
pausadamente, respetando tiempos y puntuaciones; sin palabras
decoradas que tergiversen el verdadero sentido de tus intenciones,
creo haberte dicho que no me gustan los disfraces; vos decís que yo
también me disfrazo, que me oculto detrás del silencio, y ello no
me hace sincero, ¿y yo que puedo decirte?, no miente quien calla,
puede ser que se proteja, mas la verdad de mi silencio no es otra, me
protejo y te protejo, porque no te haría daño ni con la suave
caricia de tus sábanas de seda. Ahora te pregunto ¿quién es quién
para sentirse patrón de la balanza?, tenés razón, hablo de mi, si
eso te hace feliz, te repito que no pretendo ser cruel, pero quiero
que aprendas de mi sólo una vez, y perdón si suena soberbio, pero
sabés muy bien que supe y se pisotear mi orgullo, y saltar y saltar
sobre él y refregarlo contra el piso por lo que ambos ya sabemos. Y
la verdad es que soy consciente de que está mal seguir incrementando
mi congoja para satisfacer los caprichos de tu sádico espíritu de
camaleón -y no estoy disfrazando el texto, porque bien sabés que
tus cambios, idas y venidas se traducen en sinsabores dentro de este
corazón remendado, del cual no quiero hacerte responsable-. Creo que
el amor es el único a quien culpar, ¿será tan malo ese algo
abstracto que me induce a perder por completo el sentido?, “por
favor prestame el libro donde me dijiste que estaban las respuestas a
todas mis cuestiones”, está bien, se que tu egoísmo no te va a
permitir prestarme algo de nuevo, así que te voy a pedir a vos que
me des la respuesta, pero por favor, ésta vez sin acudir a tus bajos
instintos y sin presunciones acerca de mi; sabés que no soy víctima
de nadie, de nadie más que de mi mismo... ¿ves? Ahora podemos
empezar a conversar, cantar a la vida en el mismo tono o quizás
ejercer el mismo oficio, lo cual no te recomiendo, dicen que los
buenos sufren, debo estar ganándome el cielo entonces, o quizás sin
saberlo esté edificando mi propio infierno porque me hago daño, y
si me hago daño no me quiero, y si no me quiero a mí mismo soy malo
¿entendés? No puedo quererte, no más que a mí ¡no es lógico!
por eso me veo obligado a concluir en que no te quiero. ¿Ves lo que
logramos? Otra vez no nos estamos entendiendo y una vez más no
quiero interpretarte, y es posible que sea yo, que no hablo el
lenguaje de la gente, quien no se expresa correctamente, quien rompe
el silencio con la palabra inoportuna y se me volvió a olvidar un
silencio a tiempo; tenés razón, soy yo quien siempre pisa mal, soy
yo quien cuyos chistes no dan risa, soy yo quien selló sus labios
pero el amor ingresó por los oídos y ojos entre dulces melodías y
miradas de ceños fruncidos. Hoy no hecho culpas a la falta de
tiempo, tampoco tendré la osadía de asesinar tus sueños, no voy a
detenerte, se libre, volá, así es como te quiero pues fue así como
te conocí. Yo aterrizaré frente a tu puerta cada vez que el corazón
me indique, buscando nada más que una sonrisa y volaré hacia mi
nido con el dolor anestesiado y el cerebro adormecido, pero he de
estar agradecido por haberte conocido.
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