
Y ella manifestó, con hechos su verdad, su enojo, su sosegada locura al fin frenada por la tinta que abrió paso a las palabras que emití... luego de leer santas sinceridades, autenticidades que no quiso negar tras ser sincera con sigo misma. No fueron azules las acuarelas a la hora de blanquear todo eso a lo que se nos ocurrió llamar amor, dolor y locura... al fin de cuentas solo fue el color de esa bandera que acariciaba mi mejilla por las mañanas, llenaba de pasto seco mi canoso pelo y amoldaba a su forma mis preferencias imponiéndose en mi búsqueda de otros trapos, que según su tonalidad pudieron flamear medianamente al ritmo de su vuelo. Mil kilómetros no alcanzan a ser la vigésima parte del abismo que nos vuelve a separar... como siempre... como nunca, como todo lo que no debió ser y aún sabiéndolo, ambos, lo forzamos... fingiendo espontaneidad, mintiendo que estábamos fluyendo lo que solo deseábamos que dejara de ser esa misma asignatura pendiente... aun recuerdo el sabor de tus labios. Un guión que, querrámos o no negarlo, se lució otra nueva vez más en nuestra ya clásica y agotadora obra cumbre, que rompió su absurda promesa de no volver a repetirse. Y al parecer, si no ponemos un stop, toda la vida serás la invasora de mis vacantes y todas las veces seré vuestro textual agresor. Y poeta moriré, disfrazando mis metáforas de vos, aunque éllas hablen más de mi mismo que de los dos y de todo el fucking never ending de destruir para volver a construir y así sucesivamente. Hoy sobra preguntarse si valió de algo, solo se que este exceso de cielo tan falto de luz puede, sin más, costarnos otros diez años.
Joan Evol.-
14/07/2014.
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