lunes, 1 de septiembre de 2014

Y puede que la última chica que besé vuelva a ser siempre la última chica que bese

Brindo por el comienzo de unas cuantas despedidas, por el suicidio hecho canción de un alma herida, por todo lo normales que nunca fuimos y no seremos. Y vuelvo a perder el control cuando tengo que decir adiós, y un tango en una esquina me adelanta un sentimiento mas no hay pena ni olvido ni dolor, no hay razones para olvidar ni motivos para pedir perdón... 
Déjenme vivir mi fantasía de uno cuatro seis, cuarenta cuadras, decime que estoy vivo todavía cuando suene espantosa la dulce melodía de mi despertador a las ocho de la mañana... 
Y a medida que los pasos alejan mi piel de tu piel lágrimas recorren el ya clásico y conocido trayecto de párpado a mentón... vista nublada caigo en la cuenta que puedo llorar de felicidad y puedo pasarme mil calles reconociendo que voy a extrañar mágicos instantes que no quiero caratular. 
Divertido, arbitrario, rebelde, hermoso... viveza, locura... felicidad. 
Un instante de cielo que eriza mi piel con solo una brisa y talla mis huesos sin pedir permiso, tal como me gusta..., tan vigente, tan legítimo, tan genuino, tan real. Te dejo mi aliento a milonga distorsionado, te dejo mis gritos, mi voz gutural... antro secreto, silencios a oscuras, risas clandestinas, pasión, complicidad. 
Te regalo lo que traigo, lo que tengo, lo que soy siendo, seguramente otros mil versos de lapachos en flor, pieles que se rozan, colores de cosas ronquidos nocturnos, calor... tentación. 
Existe una razón que desconozco pero todo fue como soñé, ingenuo y cobarde capaz de creer lo contrario: tu corazón jamás me negó la oportunidad de estar con vos. 
Te veo cuando me veas... no me des órdenes, dame besos. 

Buenos Aires 31-08-2014.
Joan Evol.- 

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