Acariciando la velocidad, como estearina en el frío metal de invierno, pensando cada paso, sintiendo cada rueda al avanzar. Incertidumbre hasta el momento de saltar, giro noventa grados hacia donde está, corriendo el riesgo de acertar o resbalar, siempre adelante aunque me espere el suelo y el raspón me quite el sueño. La lija bajo los pies no ejemplifica bien el desapego, pero me ayuda a despegar y, sin alas puedo volar, deslizando un sueño.
Joan Evol.-
07/05/2014.
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